Mientras Buenos
Aires inauguró el metro en 1913, Ciudad de México en 1967, Caracas en 1970, Sao
Paulo en 1974, Santiago de Chile en 1975, Río de Janeiro en 1979, Lima en 2011
y Quito en 2022, la primera línea del metro de Bogotá está empezando a
construirlo y una nueva discusión entre políticos devolvió a los bogotanos en
el tiempo. La elevada línea 1 del metro fue decidida y contratada por el
alcalde Enrique Peñalosa en 2016. Su sucesora y ahora alcaldesa, Claudia López,
siguió con ese plan e inició la tarea pese a ser contradictora del elevado.
La obra lleva 18% de construcción y el nuevo presidente y exalcalde de la capital, viejo enemigo de Peñalosa y crítico del metro elevado, decidió intervenir y hablar con la empresa china contratada para ver si su viejo anhelo, hacerlo subterráneo, es viable.
El ahora
presidente afirma que un elevado daña el patrimonio y fomenta la inseguridad;
la oposición alega que es más caro y que cambiar el contrato afecta el precio y
los tiempos. En medio de egos y peleas quedan los bogotanos.
Los expertos
coindicen en que el metro de Bogotá nunca estuvo tan cerca de hacerse como en
la década de los 90, cuando hubo consenso en un sistema y una forma de
financiamiento. Si Bogotá quiere metro, depende de la nación. Y solo en
contadas ocasiones, como en los 90, los dos gobiernos han estado alineados.
"No
tenemos metro porque Bogotá y Colombia está llena de cobardes", dice
Carlos Felipe Pardo, un psicólogo experto en movilidad. "Calculamos en
exceso los riesgos de comprar algo. Esa cobardía se complementa con el riesgo
más triste de la posibilidad de corrupción, y del miedo a los sobrecostos".
Fuente: Portafolio
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